¿Por qué me importa la opinión de los demás?

La preocupación por la opinión que otras personas pueden tener sobre nosotros es uno de los temas que más recurrentemente trabajamos en consulta. Todos racionalmente sabemos que no debería ser importante la impresión que causamos a nuestro entorno pero, en mayor o menor medida, siempre hay cierta preocupación por la imagen que proyectamos alrededor, ¿a qué se debe esto?

Como casi siempre las cosas no son blanco o negro. Es normal que haya cierta preocupación por la opinión que los demás puedan sentir hacia nosotros sencillamente porque nos hace sentir bien y valorados, lo que aumenta nuestra autoestima. Desde el punto de vista de la psicología social, querer causar una buena impresión nos hace cuidar e invertir en nuestros vínculos por lo que a nivel comunitario tiene sentido. No olvidemos que si el ser humano ha podido desarrollar civilizaciones ha sido gracias a la cohesión y coordinación entre las diferentes personas que conforman un grupo, por lo que la opinión o valoración externa es una manera de autoregulación que tienen los grupos para garantizar su supervivencia. Se valoran generalmente como positivas aquellas conductas que revierten en un bien para otros, mientras que se critican o censuran aquellas que se interpretan como dañinas. De esta forma se fomenta que los miembros de una comunidad se cuiden unos a otros y eviten dañarse, aumentando la unión entre sus miembros.

Esto en principio parece sencillo y no tendría que generar problemas, más o menos y resumiendo mucho: si me porto bien me valorarán positivamente. El problema viene porque no todo el mundo interpreta las mismas conductas como positivas o negativas. La misma acción puede tener un impacto positivo en unos y negativo en otros. También entran en juego los valores predominantes en esa cultura, por ejemplo en occidente priman valores más individualistas que en oriente, por lo que la misma acción como mostrar iniciativa e intentar imponerse a la hora de elegir un plan puede ser visto como una actitud deseable en EE.UU. y sin embargo resultar chocante en Japón.

La dificultad aumenta también dependiendo del número de personas que estén en el grupo. La gente que es sensible a la opinión de los demás suele encontrarse más cómoda en relaciones de a dos o en grupos pequeños, esto es así sencillamente porque a menos gente más fácil me resulta predecir o intentar adivinar cuáles son sus expectativas para complacerles. A mayor número de personas, más difícil es agradar a todo el mundo y además se pueden generar subgrupos poniendo en riesgo la cohesión.

Uno de los temores más frecuentes es pensar que debido a una opinión o acto el grupo pueda censurarnos, temiendo que podamos llegar a ser excluidos. El ser humano como ser social necesita de la integración para la supervivencia, a veces por necesidad material pero, sobretodo, es una necesidad afectiva. Solemos nacer en el seno de un grupo, la familia, dónde se crean unos vínculos que intentaremos repetir en nuestras relaciones futuras. Precisamente la manera en la que se han creado los vínculos en la familia puede ser el origen de muchos de los miedos que una persona puede llegar a sentir en su relación con los demás.

En toda familia se crean unas dinámicas de relación (cómo los miembros se relacionan unos con otros) y se generan unas expectativas respecto nuestro comportamiento que determinarán nuestro lugar en la familia. Así, hay familias que tienen una forma de relacionarse muy dependiente, dónde se asume que sus miembros deben estar siempre presentes porque su ausencia se vive como una traición (por ejemplo la madre que se siente abandonada si su hijo sale de fiesta). En otras familias puede haber más independencia siempre y cuando se respete la misma línea de pensamiento, cuando eso no se produce se genera una descalificación o crítica (si yo creo que debes estudiar X o hacer Z y no lo haces, crítico tu opción y te descalifico). A veces no tienen por qué ser familias expresamente agresivas, pero si se juega con el chantaje emocional (me siento decepcionado cuando… o hace esto o entonces no te hablaré…). A veces nuestros padres no nos demandan, en general son buenos padres, pero si vemos como entre ellos tienen una dinámica desigual (uno de los progenitores siempre decide y el otro se acomoda) o son ellos los que temen las opiniones ajenas pueden traspasarnos ese miedo al educarnos.

Cuando los hijos se acomodan a las expectativas familiares suelen ser “buenos hijos” y si se salen de las expectativas son malos o la “oveja negra”. Acomodarse a las expectativas puede ser la única estrategia válida para salir adelante, a fin de cuentas mientras somos niños dependemos realmente de nuestros padres. Pero como adultos esta actitud puede generar problemas, por ejemplo: situaciones en las que cedemos cuando en realidad queríamos otra cosa, que no somos capaces de decir no, no se nos ocurre cómo negociar o ser asertivos, aceptamos la primera propuesta que se nos hace sin condiciones, no nos atrevemos a preguntar en clase, no sabemos cómo argumentar nuestras opiniones o nos parece un riesgo el simple hecho de mencionarlas, sentimos que a los demás siempre les hacen más caso que a nosotros en una conversación y un largo etcétera.

También puede ocurrir que seamos “la oveja negra” y nos encontremos con la censura del grupo familiar. Esta falta de apoyo puede llevarnos a poner sistemática a prueba otros vínculos para comprobar si son lo suficientemente sólidos provocando a veces la ruptura, por ejemplo: enfadarme mucho cuando alguien no valida mi punto de vista, provocar o menospreciar a los demás, hacer de menos sus opiniones, reaccionar con excesivo enfado cuando siento que no me tienen en cuenta, sentirme siempre de menos, buscar el conflicto como una manera de saber si me quieren…

En la época actual, con el auge de las redes sociales la exposición a los demás se ha visto muy incrementada, siendo incluso una forma de vida para muchas personas o una aspiración. No es que las redes sociales provoquen el problema de baja autoestima y dependencia de la valoración externa, pero si suelen facilitarlo e incrementarlo. Así, sobretodo entre los más jóvenes, suele surgir la necesidad que documentarlo todo y compartirlo. Cuando esto no es suficiente, se llega incluso al extremo de mentir o de crear falsas vidas virtuales dónde todo sea mejor y más ideal que en la vida ordinaria. Como siempre, el problema está en la cantidad. No es lo mismo seleccionar la foto en la que salimos más favorecidos, que depender totalmente de la imagen que proyectamos en las redes llegando incluso a la depresión y el suicidio cuando no obtenemos la repercusión que nos gustaría.

¿Qué puedo hacer para que la opinión de los demás no me afecte tanto?

– En primer lugar no pasa nada por querer causar una buena impresión a los demás, como hemos explicado anteriormente es normal e incluso sano buscar esta aprobación. El problema viene cuando dejamos de ser nosotros mismos por agradar a los demás o experimentamos ansiedad en nuestras relaciones sociales llegando incluso a evitarlas.

– Ten muy presente que la mayoría de las situaciones a nuestro alrededor puede ser interpretadas y solucionadas de maneras diferentes, ni mejores ni peores. Que tú tengas una opinión o hagas algo que otra persona no haría no significa que tú tengas razón y el otro esté equivocado o viceversa, simplemente intenta encontrar tu forma de hacer las cosas y respeta la de los demás.

– Relativiza las reacciones a tu alrededor, nadie va a salir ni tan perjudicado ni tan herido por lo que hagas o digas. Sólo hay una persona de la que eres responsable y ésa eres tú mismo.

– Igualmente intenta no tomarte como algo muy personal las críticas o los comentarios que pueden ir en tu contra. Todo el mundo tiene derecho a opinar, lo importante es el cómo lo hacen y ahí si es importante ser asertivo (por ejemplo: puedes darme tu opinión pero no tienes derecho a insultarme).

– Cuidado con el chantaje emocional o los intentos de hacernos sentir responsables de situaciones que no tienen qué ver con nosotros (ejemplo: si no me acompañas es porque no te importo, o si me dejas me suicido…)

Si aún así sientes que tienes dificultades no dudes en buscar ayuda. Te recordamos que podemos atenderte presencialmente en Villaviciosa de Odón, a través de Skype o de teléfono si vives en cualquier otro lugar. Contacta con nosotros a través de nuestro correo contacto@psicodinamicas.com o por teléfono/whatsupp 634 648 398 / 611 400 393