Hereditary: miedo a heredar la locura

Hereditary: miedo a heredar la locura.

Todos los años tenemos una o dos películas de terror que se venden como “lo más terrorífico de los últimos años” o cosas por el estilo. ‘Hereditary (2018)’ del director Ari Aster es de las últimas en entrar en esta categoría, ¿lo merece? Podríamos decir que sin llegar a ofrecer algo realmente nuevo es lo suficientemente inquietante y potente para hacer pasar un buen mal rato.

La película sigue la línea de precedentes recientes como ‘Babadook (2014)’ o ‘La bruja (2015)’, con familias disfuncionales haciendo de las suyas. El cine de terror siempre se ha alimentado de la locura por ser ésta uno de los miedos primordiales del ser humano, como mínimo surge en el entorno del protagonista la sospecha de que está loco e incluso él o ella se cuestionan sobre su salud mental. Así, al terror de verse perseguido, se le une el horror no menos atenazante de verse aislado: si hay algo peor que estar desquiciado es estar fuera de sí en un entorno donde todo el mundo está tranquilo. El ser humano necesita del contacto con la realidad y el primer referente para saber si estamos o no cuerdos es observar la reacción de la gente a nuestro alrededor, cuando nuestro estado de ánimo y el suyo no congenian es cuando entra el verdadero pánico.

Ahora, ¿qué ocurre cuando todo un sistema familiar está fuera de sintonía con el resto de la sociedad? Ahí es cuando tenemos una familia disfuncional que es el caldo de cultivo para la aparición del trastorno mental. Y así, en esta reciente ola de terror psicológico mezclado con tintes sobrenaturales, se mantiene siempre la pregunta en el espectador: ¿están todos locos o de verdad ocurren cosas paranormales? Pero… realmente ¿importa? En la psicosomática la enfermedad está originada por un conflicto emocional pero el cuerpo realmente enferma. Se especula que algunos enfermos mentales graves que entran en estados disociativos profundos o incluso catatonia lo hacen para protegerse del miedo, su mente se rompe como defensa. Incluso se sospecha que gente que ha padecido de “parálisis del sueño”, un tipo de alucinación aterradora que se da en estado de semi- vigilia han podido sufrir infartos y morir, literalmente, de miedo.

Bajo esta premisa conocemos a Annie (Toni Collette) y su “encantadora” familia justo cuando están en proceso de duelo por una abuela que, sin duda, ha dejado huella. A través del desmoronamiento de la protagonista vamos conociendo más sobre la complicada relación madre-hija y los antecedentes psiquiátricos poco tranquilizadores de su familia de origen. La relación entre Annie y su madre se desvela como canibalizadora no sólo con ella sino con sus nietos. Con la ayuda de su pareja, Annie describe como pudo poner distancia con el primer hijo y la abuela, sin embargo, fracasó en mantenerse alejada de su controladora progenitora con la pequeña. Este movimiento de vaivén es habitual en los descendientes de personas con trastorno mental, hay un vínculo de afecto pero a la vez la eterna amenaza de quedar atrapado en la locura.

Como para subrayar la perniciosa influencia de la fallecida matriarca, se nota que tanto Annie como su hija Charlie (una inquietante a más no poder Milly Shapiro) adolecen de tic’s y extrañas manías, como la necesidad obsesiva de representar la realidad perturbadora a través de las casas de muñecas en la madre y de dibujos en la pequeña. Este detalle, además de crear mal rollo, refleja muy bien con lo que se observa en aquellos pacientes que están a punto de romper contacto con la realidad, muchos de ellos se afanan en registrarla a través de notas, dibujos, videos, etc para crear la sensación de continuidad y coherencia que notan perder.

Si nos atenemos a las últimas teorías en el campo de la salud mental, hay una predisposición genética que se hereda en las enfermedades mental pero que no es determinante. La epigenética que es el estudio de como interaccionan los genes con el ambiente nos dice que hay ciertos genes que se expresan o se inhiben según las variables del entorno. Así, una persona puede tener una predisposición genética a padecer una enfermedad pero que esos genes se activaran o no dependería del entorno. El problema con las familias disfuncionales es que tienes la herencia genética pero también la crianza en el entorno inestable, por lo que las posibilidades de desarrollar la enfermedad aumentan.

En la película, un entorno protector representado en la figura del marido ha ayudado a Annie y sus hijos a salir adelante más o menos bien a pesar de la terrible herencia recibida. Con una sucesión de duelos traumáticos llegará la ruptura del precario equilibrio y las consecuencias en las mentes de Annie y de su hijo Peter (Alex Wolff) no se harán esperar. Asistiremos a un desmoronamiento pausado pero sin descanso de sus integrantes y los vínculos entre ellos. Resulta conmovedor como una y otra vez se intenta establecer una comunicación entre Annie, sus hijos y su marido e invariablemente esta fracasa por estar en niveles completamente distintos.

Todos hemos sufrido como la comunicación es imposible cuando nuestra interpretación de lo qué ocurre alrededor es diferente de la versión que tienen nuestros allegados. Lo que en Navidades son las típicas discusiones sobre política o religión, a un nivel superior nos encontramos con el delirio y la alucinación (quizás también lo paranormal ya que ¿podemos asegurar a ciencia cierta que no existen otras realidades?). Lo que marca el delirio y la alucinación de otros síntomas es su condición de certeza absoluta. Así, toda persona que crezca en una familia afectada de este tipo de trastornos se enfrenta a una terrible decisión: participar en la locura y preservar los vínculos o rebelarse con lo que casi seguro las relaciones se verán rotas o muy deterioradas.

No rebelaré cuál es el destino de nuestra familia, pero creo que merece la pena verla sin perder de vista ambas perspectivas que nos ofrece, la película de terror sobrenatural y la de drama sobre la locura en una familia disfuncional. A mi parecer, no defrauda en ninguna de las dos categorías por lo resultando interesante y entretenida con algún momento muy muy impactante.