El baño de papá

Hoy nos vamos de fiesta de la mano de una de las películas inaugurales del movimiento dogma, ‘Celebración (1998)’ de Thomas Vinterberg. Prepárense porque las reuniones familiares de los daneses son mucho más “entretenidas” que las nuestras. Aviso para aquellos que no estén acostumbrados al estilo dogma: aguanten un poquito si el principio de la película no les engancha porque les aseguro que según se desarrolle la trama, ésta no les dejará indiferentes.

Y es que esta celebración que empieza como cualquier otra acaba siendo todo un ejercicio de catarsis para nuestro protagonista, Christopher (Ulrich Thomsen) y sus hermanos Michael (Thomas Bo Larsen) y Helene (Paprika Steen). Desde el comienzo podemos ver como los tres retoños se dirigen al hotel familiar para festejar el 60 cumpleaños de su progenitor (Henning Moritzen), el cuál ha preparado una fiesta especial para la ocasión reuniendo no sólo a sus hijos sino también al resto de familiares y amigos. Desde el principio notamos como el comportamiento de los tres hermanos desmiente que la reunión familiar les resulte un acontecimiento feliz. Se añade a su llegada al hotel la ausencia de una cuarta hermana, melliza de Christopher, que se suicidó poco antes del acontecimiento que nos ocupa pero que no por estar fallecida está menos presente.

Será precisamente la falta de su querida melliza lo que motivará a nuestro protagonista a dar una serie de discursos reveladores dedicados al homenajeado aprovechando que todo el mundo está reunido. Aquí el mayor estupor en el espectador no viene tanto por el contenido de estos discursos, sino por la reacción de todos esos allegados que están presentes en la feliz ocasión y que es uno de los puntos más polémicos de la película. Para unos un retrato genial de la hipocresía burguesa y para otros un recurso efectista que le resta toda verosimilitud a la trama.

Yo por mi parte prefiero contemplar el film como si fuera una hermosa hipérbole, una exageración para sacar a la luz algo que realmente ocurre con una frecuencia mucho mayor de la que nos pensamos. Nuestra aburguesada familia del film tiene dos caras porque las relaciones entre ellos se basan en el mecanismo defensivo que da lugar al surgimiento de actos casi siempre aberrantes, la renegación o desmentida: aquel mecanismo por el cual un hecho es reconocido y a la vez negado, ambas cosas al mismo tiempo.Y el problema de los mecanismos de defensa es que cuando entras en contacto con un grupo que se rige de una manera particular, tiendes a adaptarte inconscientemente a su modo de funcionamiento. De ahí que los invitados de la película tengan una forma tan “peculiar” de reaccionar ante las revelaciones de Christian, se enteran de las mismas y a la vez es como si no lo hubieran hecho.

De hecho, la renegación es la verdadera protagonista de la película, porque está presente no sólo en la trama principal, sino en un montón de gestos y detalles. Aquí todo el mundo parece darse cuenta de las cosas y a la vez, no verlas. Y como podemos ver por los cuatro hermanos nacidos y crecidos en el seno de esta familia, la renegación siempre deja su huella aunque no seas el destinatario directo de los actos que genera. Es muy difícil cuando estas inmerso en este modo de funcionamiento darse cuenta de lo aberrante que es. Se hace necesaria la presencia de un tercero lo suficientemente alejado de la situación que sea capaz de señalar lo enfermiza de la misma. Aquí esa función la realizaran las personas encargadas del servicio del hotel, los amigos de Christian, que serán quienes le sostengan en la ardua tarea de exponer la verdad a quién no quiere verla.

No olvidemos que la verdad puede doler, pero es el secreto lo que enferma. Vivir una situación de maltrato o abuso es de por sí terrible, pero mucho peor es que aquellos que supuestamente deben protegerte hagan caso omiso a lo que pasa delante de sus narices porque es una verdad inconveniente. Y si, puede que la situación de la película sea exagerada, pero como ya señalé en un artículo anterior las estadísticas revelan que en Europa uno de cada cinco niños son víctimas de abuso sexual y el 80% conoce a su agresor, pero sólo un 20% de estos casos se llega a denunciar. Deberíamos reflexionar en cuántos de esos casos hay personas alrededor que miran sin llegar a ver.

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