El suicidio: una plaga silenciosa

En los últimos días varios artículos han aparecido en prensa hablando de lo que nunca se habla, el suicidio. Y lo hacen señalando una realidad dramática pero silenciada: que el suicidio es la primera causa de muerte no natural en España. Eso significa que muere más gente por suicidio que por accidentes de tráfico por ejemplo.

Las cifras son demoledoras: hay 10 personas que se suicidan cada día, y 20 intentos. Esto según cifras oficiales, porque los expertos señalas que hay muchos suicidios que no son reconocidos como tal y se catalogan como “ingesta accidental de medicación o drogas”. No hay campañas para prevenir el suicidio cuando, por ejemplo, todos los años se hace prevención para prevenir el consumo de drogas, ¿por qué?

Bueno, quizás porque el suicidio apela a lo mas desconocido del ser humano. Un accidente de tráfico puede deberse a diferentes causas. A veces sólo es mala suerte, pero hay factores claros en los que se puede intervenir: la velocidad, el buen estado de carreteras, el coche a punto, no tomar sustancias cuando se va a conducir, evitar distracciones… Hay algo sobre lo que se puede educar, sobre lo que se puede advertir y enseñar. Pero para poder prevenir el suicidio, primera habría que saber qué es lo que lleva a una persona a suicidarse y esto no siempre es sencillo.

Desde la psiquiatría y la psicología en muchas ocasiones se ha hecho una división un tanto simplista entre los intentos de sucidio como “llamada de atención” y el suicida “serio”, aduciendo que el que busca llamar la atención deja notas, pistas, no completa el acto, sólo busca que le miren, es exagerado… quitando importancia o incluso menospreciando el intento suicida. En el caso silencioso, es imposible anticiparse a nada porque el acto aparece de un día para otro y muchas veces sin un desencadenante objetivo. Esta división ha llegado al ciudadano de a pie y puede afectar a la pedida de ayuda, ya que si expreso mi malestar o intento avisar de él puedo ser contemplado como un “llorica” o algo “que no va en serio”. Pero si no expreso nada, al final el sufrimiento será tan grande y desbordante que probablemente sentiré que no hay otra salida salvo la muerte.

También a diferencia de los accidentes de tráfico dónde hay una serie de factores objetivos y medibles que ayudan a la prevención, el suicidio es algo que parte de la persona y por lo tanto es completamente subjetivo. Es decir, lo que a mí me puede llevar a un sufrimiento extremo otra persona puede verlo como carente de importancia. Así, actos que todo ser humano en algún momento vive como una ruptura o una pérdida (de trabajo, de reputación, de un ser querido…) para algunas personas son soportables mientras que para otras el desborde es demasiado. No podemos escuchar al otro desde nuestra subjetividad, puesto que lo que es normal o cotidiano para nosotros para otra persona es un dolor indecible. Y ahí está la dificultad en la prevención del suicidio, que cada persona es un mundo y como encajen las dificultades de la vida estará en relación con su historia particular.

¿Cómo prevenir el suicidio entonces? quizás la clave no sea tanto el hablar del suicidio en sí mismo, sino en cómo está cambiando la manera de vincularnos y establecer relaciones, viviendo en un época de consumo rápido de relaciones dónde estamos hiperconectados pero a la vez solos. Ahora vemos vínculos superficiales que huyen del compromiso o que se canibalizan, utilizando a las personas como objetos donde la relación dura mientras obtengo algo del otro pero sin un interés verdadero en quién es el otro.

Cierto es que no podemos conectar con los demás sin conectar antes con nosotros mismos, y en medio del boom tecnológico esta conexión cada vez es más dificultosa. Demasidos distractores como series, internet, redes sociales… ya no hay tiempo para aburrirse, de hecho, el aburrimiento que es tan necesario para conocerse a uno mismo en nuestra sociedad está penado. Todo debe volverse productivo, incluso el tiempo de ocio debe servir “para hacer algo”. La crisis económica y la precariedad sólo agrava aún más este circulo vicioso, dónde la falta de futuro y el desencanto frente a lo que se nos prometió hace que el individuo se refugie aún más compulsivamente en las tecnologías y la oferta de ocio.

Podemos entender desde optica que la alta tasa de suicidio es un síntoma que traspasa lo individual para hablar de un malestar social, un acto extremo para romper un círculo vicioso de compulsión; la elección quizás de terminar todo de manera radical antes que una muerte lenta y dolorosa a nivel emocional porque la relación con uno mismo y con los demás se ha tornado imposible en un mundo dónde lo humano se ha mercantilizado.

Frente a este panorama debemos validar la palabra como la única vía para poder reconstruir algo derruido, pues es la palabra la manera de volver a establecer un diálogo con nosotros mismos y con los demás. Quizás hasta debamos aprender a hablar porque no hubo tiempo entre tanto agobio y tanta distracción a conectar con lo importante. Por ello, toda expresión de una ideación suicida debe ser escuchada, algo del sufrimiento particular de ése ser humano está intentando expresarse. A veces no hay palabras sino intentos fallidos o las famosas “llamadas de antención”, pero si es una llamada es porque algo necesita ser escuchado y dar palabras a ese acto puede suponer la diferencia entre que se vuelva a repetir, quizás con éxito, o que el sujeto puede expresar su malestar por otras vías que no atenten contra su integridad.

Si conoces a alguien que esté expresando ideación suicida o haya tenido intentos de suicidio orientale que busque ayuda especializada lo antes posible si no la está recibiendo ya. Si eres tú quién está en una situación parecida no dudes en buscar ayuda, por difícil que sea tu situación o lo abrumado que estés da una oportunidad a escucharte y ser escuchado.

Recordaros que nuestros psicólogos están disponibles para atender en nuestra consulta de psicología en Villaviciosa de Odón o a través de Skype.